El caracol está considerado como un símbolo lunar, ya que, lo mismo que esta luminaria atraviesa por diversas fases, el caracol alarga y acorta sus tentáculos de forma alternativa. Por ello, el simbolismo de este animal es rico en interpretaciones, aunque por lo general se le asocia a la continua transformación y evolución constantes.
La iconología de los pueblos de mesoamérica representaba al caracol como asociado a los diferentes dioses de los vientos.
También algunos pueblos de cultura ancestral han relacionado el simbolismo del caracol con el nacer y el concebir debido, en parte, a la protección que le confiere su concha.
Debido a la forma de su caparazón se le relaciona, en algunas culturas y, sobre todo por determinadas escuelas simbolistas, con la línea espiral y su sentido de innovación e involución.
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